jueves, 10 de enero de 2013

La universalidad del conflicto moral de Antígona.


¿Cuál es el sentido universal del drama Antígona? ¿Qué aspecto es central y puede plantearse aún hasta nuestros días? Este sentido universal, nace a partir de la muerte de Polinice y Eteocles, ambos hijos de Edipo Rey y Yocasta, el primero invasor de Tebas al frente del ejercito argivo, el segundo defensor de Tebas. Creonte, Rey de Tebas, hermano de Yocasta, establece en edicto la honrosa sepultura a Eteocles, al considerarlo digno de ser tratado con justicia, y la prohibición de dar sepultura a Polinice, para su deshonra, so pena de ser ejecutado a muerte por medio de lapidación pública a quien desacate tal edicto. Ante tales hechos, Antígona determina levantar el cadáver. La tensión central de esta tragedia consiste en el momento en que nace una oposición entre la obediencia a las leyes humanas y a las leyes divinas, tensión fundamental expresada así por Sófocles: “Será un alto cargo en la ciudad, respetando las leyes de la tierra y la justicia de los dioses que obliga por juramento.” Antígona argumenta que dejar insepulto a Polinice, siendo su hermano, constituye un delito de traición. El heroísmo de Antígona se configura en la voluntad de morir honrando a quien forma parte de su sangre, en contra del edicto real: “Yo lo enterraré. Hermoso será morir haciéndolo”. Antepone la obediencia a las leyes divinas, a las que considera inquebrantables y superiores a la ley de la ciudad: “No fue Zeus el que los ha mandado publicar, ni la Justicia que vive con los dioses de abajo la que fijó tales leyes para los hombres”, este es el significado del oxímoron empleado por Sófocles piadoso crimen.

Por otra parte, en defensa a la obediencia a las leyes de la ciudad, Ismene, hermana de Antígona, argumenta que constituye una temeridad, una insensatez y una imposibilidad ignorar la prohibición establecida por el decreto, lo que constituiría trasgredir la ley: “(…) me es imposible obrar contra los ciudadanos”, específicamente obrar contra el edicto es trasgredir el poder del Tirano. Ismene prologa el punto de vista del Rey Creonte, el cual esgrime una razón de Estado que va más allá del parentesco y la amistad: “y al que tiene en mayor estima a un amigo que a su propia patria no lo considero digno de nada.” El Rey Creonte, argumenta una justificación cercana a la socrática, aún cuando se trata de dos regímenes distintos en cuestión, por un lado la república ateniense y por otro la tiranía de los reyes tebanos representada poéticamente por Sófocles. Creonte afirma que “no existe un mal mayor que la anarquía”, por lo que “al que la ciudad designa se le debe obedecer en lo pequeño, en lo justo y en lo contrario”, este es el fundamento del poder absoluto, del poder del tirano. Esta justificación de la obediencia a la ley la encontramos desarrollada extensamente en el Critón o el deber, en el que Sócrates afirma: “¿qué Estado puede subsistir si los fallos dados no tienen ninguna fuerza y son eludidos por los particulares? No obstante un matiz que recorre toda la tragedia de Antígona es la crítica a la tiranía y a las determinaciones del Rey Creonte que se alejan de la aprobación popular y la prudencia, como se lo hacen notar su hijo Hemón: “Pero nada tiene de vergonzoso que un hombre, aunque sea sabio, aprenda mucho y no se obstine en demasía”; y Tiresias, el vidente ciego: “Tiresias.- ¡Ay! ¿Acaso sabe alguien, ha considerado (…) que la mejor de las posesiones es la prudencia”.

En suma, Sófocles no construye en Antígona un personaje completamente virtuoso, ya que ésta finalmente desacata la ley tebana; tampoco un personaje completamente malvado, como es evidente. Aristóteles, en la poética, establece que el modelo del personaje trágico se encuentra constituido por la noción de hombre intermedio, el cual: “no se distingue ni por su virtud ni por su justicia, y tampoco cae en la mala fortuna por su maldad o perversidad, sino por algún error (hamartía)”. En este sentido, ¿cómo podemos entender el personaje de Antígona? Desde un punto de vista socrático, Antígona no sería por supuesto un personaje virtuoso, ya que cómo afirmaba aquél: “es mejor ser objeto de injusticia, que cometerla”. Esta interpretación concuerda con el espíritu del Canto al Hombre, en el que Sófocles imprime una noción del hombre civilizado, en el que no existe un triunfo de la razón y el bien, sino que éste se inclina unas veces al bien otras veces al mal.

José Lira.